Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos.
Curcio
El ruido que enferma
La palabra “ruido” proviene de la raíz latina que significa náusea o dolor.
Una famosa enfermera británica Florence Nightingale implicada en la reforma social escribió “el ruido innecesario es la más cruel ausencia de cuidado que puede infligirse tanto si estamos enfermos o estamos bien”. (Me imagino a Florence protagonizando el primer cartel que se colgó en un hospital con la cara de una enfermera con el gesto de guardar silencio :))
Cuando estamos enfermos nos procuramos silencio como parte del proceso de recuperación, pero vivimos en una sociedad en la que el ruido impera y no ponemos consciencia en lo altamente perjudicial que esto puede resultar para el organismo.
El ruido activa nuestro sistema nervioso e incrementa el nivel de estrés.
Estudios sobre contaminación acústica realizados en núcleos poblados cerca de grandes aeropuertos europeos, desvelan que los niños que están expuestos a este ruido tienen mayores niveles de presión arterial. En los adultos esta exposición al ruido genera problemas cardíacos e hipertensión.
El ruido aumenta los niveles de cortisol y cuando estos niveles se mantienen elevados a lo lago del tiempo, se pueden producir desequilibrios en el sistema inmunitario y el metabolismo.
El ruido que acompaña
Vivimos en entornos ruidosos y muchas personas sienten que quedarse solos y en silencio es algo negativo. Les genera angustia en gran parte porque les suprime una fuente de distracción, en este entorno lleno de estímulos en el que vivimos.
El silencio en estos tiempos es un lujo. Un remedio antiestrés natural que todos necesitamos.
El silencio, la soledad y la quietud, nos ponen en contacto con las emociones que subyacen en nosotros y a menudo nos evadimos de ellas generando ruido a nuestro alrededor. Tenemos miedo de quedarnos solos y desamparados a merced de esas emociones y de inmediato encendemos la radio, la tele o ponemos música, para que nos suban el ánimo y nos hagan compañía.
Muchas personas relacionan el silencio con la tristeza, esa que llevan dentro con la que no quieren conectar. A estas personas, ver a una pareja comiendo en silencio en un restaurante les puede parecer de lo más triste. Ni se les pasa por la cabeza que eso pueda ser para los comensales un momento de silencio compartido.
Ese no querer guardar silencio y conectar con lo que se mueve a nivel interno, es una de las mayores resistencias que me encuentro cuando inicio a mis alumnos en la práctica meditativa.
El ruido externo genera ruido interno y eso nos desconecta de nuestro yo más profundo, nos impide acceder a esa fuente de autoconocimiento. Huimos de la emoción ignorando que conectar con ella será lo que nos permita gestionarla, descifrar el mensaje que tiene para nosotros y dejarla ir.
Hablar por no callar
Otra de las fuentes de ruido que generamos habitualmente son las conversaciones. Muchas veces tendemos a hablar de más porque nos cuesta sostener el silencio en una conversación (esto los expertos en hacer entrevistas lo conocen muy bien). Parece que hay que rellenar los huecos y hablamos en vano generando ruido mental en nuestra cabeza y la de nuestro interlocutor.
Otras veces hablamos por pertenecer a un grupo social. Parece que estamos obligados a tener una opinión sobre lo que pasa en el mundo (bueno, sobre lo que los medios de comunicación nos dicen que pasa en el mundo) y nos afanamos por poder expresarla y meter baza en las conversaciones que se generan al respecto en nuestros grupos sociales. Nos gusta tener voz y participar en las conversaciones pero a menudo, el mensaje es lo de menos y volvemos a generar ruido innecesariamente.
Expandir nuestra consciencia pasa por ir a la esencia de las cosas y eso incluye lo que decimos. A menudo hablar de más nuevamente nos aparta de nuestro sentir. Podemos hablar desde la emoción alineados con ella y actuar diciendo las palabras que nos dan coherencia, o utilizar la palabra desde nuestro cerebro más racional para escapar de nuestro sentir y llenarnos de razones.
“Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir. Que hable el mundo y calle el hombre”
Manolo García
El silencio también lo tenemos asociado al castigo. Castigamos a los niños sin hablar o dejamos de dirigirle la palabra a alguien porque nos hemos enfadado con él.
Todo esto en la convivencia con nuestro hijos va generando connotaciones negativas al rededor del silencio y pueden llegar a verlo como algo no deseable.
El silencio que cura
El silencio tiene muchos beneficios, por ejemplo, en un estudio realizado por la bióloga Imke Kirste en la universidad de Duke, en EEUU, se buscaban a priori sonidos que estimulasen el crecimiento de células cerebrales en ratones. El diseño del estudio incluyó un grupo control en el que los ratones permanecían en silencio durante dos horas. Resultó que el silencio estimulaba la neurogénesis en el hipocampo, zona del cerebro relacionado con la codificación de nuevos recuerdos. Enfermedades como la demencia y la depresión han sido relacionadas con disminución de los ratios de generación celular en el hipocampo. Esto apunta a un posible uso terapéutico del silencio por parte de los neurólogos.
En los últimos años los investigadores han destacado el poder del silencio para calmar nuestros cuerpos, conectar con nuestro mundo interno y sintonizarnos con el mundo exterior.
Poder estar a gusto en silencio con nosotros mismos es la puerta para conocer nuestras necesidades y también nuestra capacidades, nuestros dones y talentos. Como te cuento en el apartado conóceme de la web, desde mi experiencia, ese tan nombrado y buscado propósito vital, ni se busca, ni se encuentra, se desvela a través del silencio que propicia la escucha interna.
Necesitamos estar con nosotros mismos para conocernos y entendernos. Para hablar con nosotros mismos y escucharnos necesitamos, como lo necesitaríamos en cualquier otra conversación, silencio. A menudo mandamos callar a los demás porque no somos capaces de recibir un mensaje y nos cuesta hacer silencio en nosotros mismos para hallar la comprensión que nos falta. Esa falta de auto-entendimiento nos impide tomar decisiones conscientes acordes con nuestras necesidades reales y la de nuestros hijos.
Cómo cultivar el silencio en los niños.
El silencio es fundamental en el proceso de aprendizaje. Favorece la concentración, la asimilación de los contenidos y la reflexión. Cada vez son más las pedagogías que incluyen el silencio como una valiosa herramienta para el desarrollo integral de los niños. María Montessori fue una de las precursoras.
El silencio nos pacifica y muchos de los que me leéis (sobretodo los que tenéis más de un hijo) lo que a veces pedís a gritos es un hogar en armonía donde disfrutar en paz de la familia.
Aquí van unos consejos que te pueden ayudar a materializar el milagro :DDD
Conecta con el silencio a través de la meditación
Y quédate ahí, sosteniendo lo que emerja. Afina la autoescucha ¿Qué se te mueve por dentro? ¿Qué sensaciones físicas percibes? ¿Puedes escuchar tus tripas, tu respiración o el latido de tu corazón? Escucha el silencio y experimenta cómo se reduce tu ruido mental. Llevar la atención a lo que percibimos a través de los sentidos es otra muy buena forma conectar con el cuerpo y salir de la vorágine. Quizá te sorprenda que cada vez te cueste menos quedarte contigo a solas en silencio. Estás en el camino de llegar a disfrutarlo :).
Silenciarte tú primero
Cuando te den ganas de mandarlos callar a todos, ve a un lugar a parte y silenciate. Para, deja lo que estés haciendo e invierte 2 minutos en hacer unas respiraciones conscientes sin pensar en nada más. Es muy probable que lo molesto que te resulta ese barullo tenga que ver con que se suma a tu ruido interno y eso es lo que rebasa tu umbral. Tus hijos probablemente estén divertidos armando jaleo o enfadados discutiendo. En cualquier caso, si lo que necesitas es silencio para gestionar la situación, mejor encuentra lo por tus propios medios. Reprimir el barullo puede que lo acreciente o que acabes gritándoles y arrepintiéndote a los dos segundos.
Una pausa de dos minutos de silencio en medio de otros estímulos sonoros, nos relaja más que cualquier música “relajante” o periodos de silencio más prolongados. (estudio)
Eliminar el ruido de fondo
Si eres de ponerlos a jugar en el salón con las canciones infantiles en la tele de fondo, te animo a apagar la tele. Ayudarás a que se concentren en el juego, reducir tiempo de pantalla, ejercitar su atención y familiarizarles con el silencio.
Observa que te mueve a ti a poner la tele, la radio o música para hacer cualquier cosa.
Cualquier tarea doméstica ejecutada en silencio, propicias que se convierta en una práctica meditativa. Para que luego digas que no tienes tiempo de meditar ;). Te animo a probarlo y verás como cambia cualitativamente la experiencia.
Bajar el volumen cuando observes que empiezas a subir el tono
Escucharte elevando en tono de voz es una de las señales que te avisa de que estás a punto de caer en la espiral de la reacción automática. Simplemente date cuenta y baja el tono de voz. Verás cómo contribuyes a que el resto también bajen sus decibelios.
Introduce el silencio a través del juego con los niños
Hay muchas fórmulas, te propongo unas muy sencillas que puedes aplicar con niños de cualquier edad. Algunas inspiradas en el juego del silencio de María Montessori y otras en el yoga.
Con los más pequeños te sugiero empezar con períodos cortos, máximo 30 segundos e ir aumentando el tiempo poco a poco, sabiendo que como te contaba en la anterior cita, 2 minutos pueden marcar la diferencia.
1 Mirar como cae la arena de un reloj de arena o la llama de una vela en silencio.
2Imitar la quietud y el silencio de una roca. Podemos hacer la postura de yoga del ratón dormido que además propicia la relajación.
3 Jugar al bingo con imágenes en silencio. Esto lo probé hace poco con mi hija y mi sobrino que tienen la misma edad (3 – 4 años) y fue un éxito. Nadie podía hablar, yo iba sacando al azar las fichas y el que tenía la imagen en su tablero, levantaba la mano, yo se la daba y la colocaba. También en silencio se señalaban entre ellos quien la tenía si alguno no se había dado cuenta. Les encantó. También lo puedes hacer con el bingo de números. Reducir los estímulos les ayuda a estar todavía más atentos a cómo transcurre el juego.
4 Usar toques de cuenco aleatorios para parar hacer silencio durante unos segundo y continuar desde la atención plena lo que estamos haciendo. Esto puede ser una consigna a compartir con toda la familia utilizando las aplicaciones que te cuento en este post.
5 Escuchar imaginando que tenemos orejas muy grandes y compartir los sonidos que hemos podido llegara percibir.
6 Los paseos en silencio por la naturaleza en familia, son otra forma de llenaros de calma y silencio compartido.
Te invito a que le eches imaginación y busques más cosas que podáis hacer juntos en silencio. Verás como ese extra de atención hacia el otro que requiere interactuar así, os ayuda a estrechar el vínculo y llevar paz a vuestro hogar.
“Necesitamos silencio para poder tocar las almas”
Madre Teresa de Calcuta.
¿Cómo llevas tú lo del silencio?
Sabes de algún recurso más?
Cuéntanoslo en los comentarios.