Vivir Mindfulness es vivir con consciencia. Ponerle consciencia a las cosas es ver más allá y observarnos para encontrar la raíz de los automatismos que nos mueven a la acción. Siento estos días la necesidad de ponerle consciencia a este tema que me toca especialmente, por mi condición de mujer, de madre de una hija y de mi historia de vida.
Casi a diario vemos casos de violencia de género, mujeres maltratadas, violadas y asesinadas por hombres con las que tenían una relación sentimental. Hombres que acaban quitándose también la vida porque quizá, en la consciencia que subyace en el impulso de cometer esa atrocidad, se les hiciese insoportable sobrellevar una culpa que conllevaría toda una vida expiar, y ellos mismos se aplican la pena máxima.
Ponemos el foco en las víctimas, en lo injusto de la situación, pedimos a las autoridades que se responsabilicen de poner medidas eficaces para alejarlas del perpetrador, para que cumplan con sus condenas. En nuestra inconsciencia colectiva, nos faltan recursos para ver más allá y poner el foco en la raíz de todo esto. En la necesidad que subyace a toda acción humana.
En la primera infancia hay un movimiento amoroso continuo que parte del niño hacia los padres. Cuando en ese movimiento hay una interrupción debido a una separación abrupta, reiterada o prolongada sobre todo de la madre, por el lazo biológico que nos une a ella desde la gestación, y esta experiencia se vive de forma traumática, se produce lo que se conoce como movimiento interrumpido.
Se puede dar en situaciones tan comunes como: cuando a algún problema de salud de la madre o el niño que no les permite estar juntos, cuando dejamos al niño con otros cuidadores aunque sean los abuelos durante un período vacacional, cuando alguno de los progenitores muere de forma prematura, cuando se produce un destete forzado, cuando llega un nuevo bebé a la familia y se siente desplazado o simplemente están demasiado ocupados y el niño percibe que sus padres no le prestan atención, no le ven o no le escuchan.
De esta vivencia surge un sentimiento de profundo abandono, de desamparo, de no tener a mamá o a papá cuando tanto se les necesita y de alguna manera se cierran a recibir ese amor que percibieron como negado porque les duele. Hay un sentimiento de reserva, de rechazo, a nivel interno e incluso externo hacia los padres y este sentimiento queda grabado a nivel inconsciente y tendrá consecuencias para la vida posterior.
La relación con los padres se proyecta en la pareja. Rabia, anhelo de contacto, de intimidad, que deriva en prácticas sexuales faltas de afecto. Deshumanizadas por el dolor que supone el contacto amoroso para el que de pequeño se vio privado del de sus padres.
Los niños que se crían con padres emocionalmente ausentes, generan con frecuencia inconscientemente un profundo sentimiento de abandono.
Si en el caso de los varones expresaron con llanto ese dolor, esa tristeza, quizá oyesen esa frase de “los niños no lloran” y en su ignorancia los padres no pudieron legitimar esa emoción porque quizá ellos tampoco sintieron legitimadas las suyas. Esa tristeza enquistada deriva en rabia y violencia, esa que veíamos en los institutos y ahora vemos en los colegios.
No podemos dar lo que no tenemos, lo que no recibimos de pequeños y no cultivamos de mayores. Todos somos víctimas de víctimas, niños inocentes que operan en la edad adulta en función de los patrones que se crearon en la infancia y que aún no nos hemos parado a observar, por miedo a perder la identidad que sustentan o por ignorancia.
“Tú sin mí no eres nadie” es la frase crucial que le dice el maltratador a su pareja maltratada, ese miedo existencial a “no Ser” genera un abismo tal, que nos lanza a agarrarnos a un puño ardiendo con el que hemos establecido un vínculo de pertenencia tan fuerte como el que quizá se rompió cuando éramos pequeñas con nuestro padre ausente. Una necesidad de reafirmación masculina y de sentido de pertenencia tan grande, que nos lleva a la aberración con tal de seguir perteneciendo a la manada. Un miedo a quedarnos solos en el mundo que nos lleva a conseguir cariño al precio que sea.
En un intento de darle sentido a esto que vivimos, no puedo dejar de establecer relación de esta violencia de género con esas escenas de abandono, de movimiento interrumpido. Mujeres jóvenes que en su herida de abandono utilizan el sexo para apegarse al otro buscando fuera el cariño que les faltó y que no encuentran dentro.
Preguntémonos dónde estábamos cuando había que educar en sexualidad en el momento oportuno, aunque nos pareciese demasiado pronto. Pongámosle consciencia a lo que todos a la vez hemos hecho o dejado de hacer para que la vida nos esté poniendo delante tanta violencia de género en los jóvenes.
Somos víctimas de víctimas. Reconozco el sentimiento de culpa que genera, sobre todo en las madres, el abandono que supone dejar a sus niños con 4 meses en la guardería para volver a trabajar después de un muy insuficiente permiso de maternidad.
Nos resulta difícil sostener esa emoción y la tapamos con razonamientos que la mayoría de las veces tienen que ver con lo socialmente aceptado, con el dinero; con los bienes y servicios que se priorizan sobre algo que sólo nosotros como padres podemos dar, y que es fundamental para el desarrollo de cualquier ser humano, recibir amor incondicional de nuestros padres en nuestra infancia. Para eso hacen falta: consciencia autoconocimiento, energía y tiempo.
Es muy difícil conciliar, diría que no hay conciliación, que hay elección. Esta lacra social nos empuja a tomar partido desde lo individual y lo institucional, por un modelo de crianza que apoye a las madres, sobre todo en el proceso de puerperio, para poder sostener ese lazo biológico que por ley natural nos une a nuestros hijos y paliar en lo posible las consecuencias de este conflicto de separación.
Que nos concienciemos de la importancia de ejercer una educación corresponsable por parte de ambos padres, cada uno en su rol, para que la crianza no suponga una carga para nadie y podamos estar más disponibles para nuestros hijos.
Es necesario que nos paremos por un momento a pensar, a priorizar e intentemos poner consciencia en nuestra vida y ser más coherentes con lo que queremos para nosotros, nuestros hijos y las generaciones futuras.
Y si en ese proceso de echar la vista atrás honestamente surge la culpa, démosle sentido, hagámosla adaptativa; entendamos, reconozcamos y reparemos en la medida de lo posible. Todos tenemos derecho a equivocarnos y hacerlo mejor, a aplicar el aprendizaje que se desprende del error, hagámoslo, EDUQUEMOS, NO ABANDONEMOS.
Me da paz leerte y me ayuda en mi día a día, Gracias por todo tu trabajo ? Consciencia y Calma ?
Gracias Erika de corazón por leerme y por tu feedback. Con cada comentario que hacéis público, ayudáis a difundir el mensaje y que más gente pueda ponerle consciencia a este tema tan importante y tan sensible. Gracias!
Ufff…la carne de gallina!
Cuánta razón…y cuánta responsabilidad!
«Consciencia autoconocimiento, energía y tiempo»…mucho de cada uno de ellos!
Pero hay que poner el foco!! No hay otra si queremos la mejor versión de nosotros para nuestros hijos y para el mundo!
Un saludo Yolanda!
A por ello Raquel! 🙂 Hay una solución para ejercer esa responsabilidad (responsabilidad = responder con habilidad) que nos corresponde como educadores, y tener más consciencia, autoconocimiento, energía y tiempo. La solución se llama Mindfulness o Atención Plena :))). Saludos!
Me gusta mucho el enfoque que le das. Expones, comentas sin culpabilizar. Me quedo con la parte de la elección. No debemos esperar la conciliación que viene de fuera, debemos elegir y eso viene de dentro, depende de una misma. Esa elección debe ser libre y “disfrutable”.
Besos.
Eso es Paula, ejerzamos esa libertad interna que nadie nos puede quitar y actuemos desde ahí :). Gracias por tu comentario.
Que duro, que complejo y que cierto… gracias por la reflexión Yolanda ?
Gracias por tu comentario Julia. Espero haber podido arrojar algo más de luz en este tema, que muchas veces nos estanca en el victimismo, el juicio y la condena.
Qué interesante Yolanda!
Y qué difícil trabajo à veces el reconocer en nuestros actos de hoy, las vivencias del ayer… Pero muchas veces ahí está la clave. Entenderlas, aceptarlas y actuar en consecuencia. Es la primera entrada de que leo del blog y me encanta. Espero poder ponerme al día ahora que tengo más internet. En cualquier caso, felicidades por tu buen trabajo.
Un saludo Yolanda 🙂
Sí Lourdes, complicado descifrar a veces esos automatismos que surgen de una parte más inconsciente y parten de un pasado que nos cuesta creer que esté tan vigente. Intento desde este blog, ir un poco más allá de lo que se suele ir cuando se habla de Mindfulness, y compartir recursos desde la psicología transpersonal que ayuden a arrojar luz sobre esos aspectos.La constante auto-observación sin juicio, con curiosidad y amabilidad hacia nosotros, es lo que nos permite integrar esas tomas de consciencia y seguir auto-indagando, entendiendo y aceptando.Gracias por tu comentario y encantada de seguir teniéndote por aquí leyendo, comentando y compartiendo.Un saludo para ti también 🙂
Gracias Yolanda por las reflexiones. Me llegan siempre en el momento oportuno. Gracias gracias por tu trabajo y por compartirlo. Un abrazo.
Me alegro mucho Mónica de que te sirvan :). Gracias por comentar. Un abrazo
Poner atención a mi diálogo interno, a mis sensaciones a mis respuestas , a no juzgarme.
Gracias , muchas gracias Yolanda.
Muchas gracias a ti Ma Guadalupe por por leerme y ponerle intención a todo eso.