Cuando hablamos de corresponsabilidad en el hogar hablamos de la necesidad de repartir equitativamente las tareas que conlleva la vida familiar entre los miembros de la pareja. Cuando los hijos van creciendo y pudiendo asumir tareas, les hacemos corresponsables también de aquellas con las que puedan contribuir (o eso sería lo deseable).
Asumir un reparto equitativo de tareas (que no tiene por qué ser igualitario), pasa por saber en primer lugar, cuáles son esas tareas. No nos paramos a ver que es lo que hay que hacer, y esa es muchas veces la primera traba que nos encontramos, cuando tratamos de corresponsabilidad como parte importante de la conciliación, familiar, laboral y personal.
Pero hoy no me voy a extender en cómo hacer ese reparto. Hoy quiero hablarte de la raíz del conflicto que hace que a día de hoy tengamos que estar hablando de esto y que la corresponsabilidad en general sea un tema sin resolver en muchas de las familias que acompaño.
Cuando hablo con las madres las oigo quejarse de toda la carga doméstica que se añade a su trabajo fuera de casa. Están agotadas y les parece injusto porque a ellas también les gustaría sentarse por un momento a leer el periódico pero… ¡hay tanto que hacer!
Parece que los hombres no se dan cuenta de la cantidad de tareas que conlleva sacar adelante la casa y los niños. Cuando se ven desbordadas, es cuando ya a punto de explotar les reclaman “¡Me podrías echar una mano!”. Y entonces es cuando los hombres se desconciertan y parece que no saben por donde meter mano al asunto. Se sienten recriminados, no aceptados, y es cuando aparece el conflicto y a menudo al vernos así responden “¿En que quieres que te ayude?” “¡¡¡¿Ayudarme?!!! ¡como si esto no fuera contigo!”. Y ya está el lío montado. ¿Te suena esta conversación?.
¿Pero qué hace que esto sea un tema recurrente?
¿Qué hay debajo de este conflicto tan común que sobretodo a las mujeres nos urge resolver porque ya no podemos aguantar más la carga?
Te diré que cuando una conducta se mantiene a pesar de que no nos guste, es porque debajo hay un beneficio secundario, más o menos inconsciente, que nos empuja a seguir actuando así. Fundamentalmente en las mujeres el beneficio secundario de seguir haciéndonos cargo de todo esto ¡y más! se llama CONTROL.
Soltar el control.
Tradicionalmente en nuestra cultura occidental y en general en casi todas, la mujer ha sido la que gobierna en el hogar. Las mujeres hemos sido las que controlaban el ámbito privado, las cuidadoras, las que sustentan, las que gestionan esa organización que se llama familia.
La naturaleza, otorgándonos el don de gestar, parir y amamantar a los hijos, nos ha situado ahí de partida. Conforme la sociedad ha ido evolucionando, también hemos querido controlar y tener un papel cada vez más destacado en lo público, en ese ámbito que hasta hace muy poco era (y sigue siendo en muchos aspectos) territorio del hombre.
Hemos pasado de: ser recolectoras que se quedaba en la cueva a cuidar de los niños, los ancianos y los enfermos, mientras el hombre iba a cazar; a seguir cuidando de la familia mientras hacíamos trabajos menos cualificados que complementaban el sueldo del padre de familia; a competir con el hombre en el ámbito público de la empresa de igual a igual.
Pero ¿qué pasa?; que lo que nos nace, es seguir controlando lo que sentimos como ancestralmente nuestro que es el hogar.
Queremos controlarlo todo, lo privado y lo público, y al final, acabamos perdiendo poder personal con el desgaste que esto conlleva. El paradigma mujer cuidadora-hombre proveedor está cambiando, nos resistimos al cambio y eso nos hace sufrir, especialmente a las mujeres.
Armonizar esta situación desde ti mujer, pasa por observar qué tiene que ver contigo esto que te cuento de controlar. ¿Cuál es el precio que pagas por que tus hijos (y tu marido) vistan como a ti te gusta? ¿ Cuál es el coste para ti de ser tú la que decore la casa, decida mayormente sobre lo que coméis y gestiones todas esas tareas que permiten tener la casa en orden y la familia atendida, cumpliendo en todo momento con tus estándares de calidad?
En el fondo no queremos renunciar a todo esto mientras luchamos por alcanzar cotas de poder en lo público. A menudo reprochamos a nuestros hombres que no se ocupen de ese hogar que tenemos bajo control, y renunciar a ese control cuesta.
Te invito a reflexionar, qué tiene que ver contigo todo esto y practiques la actitud Mindfulness de SOLTAR. Aquí tienes un post en el que te hablo de esa actitud y otras que te pueden ayudar.
Soltar el rol
La segunda parte de la raíz de este conflicto es el sistema de creencias que sustenta el binomio mujer cuidadora – hombre proveedor. Cuando somos pequeños empezamos a asumir roles, en función de lo que vemos en nuestros padres y la sociedad. Esos roles son una parte de nuestra identidad y reforzar esa identidad nos da seguridad, nos reafirma como personas ante nosotros mismos y ante el resto del entorno al que nos esforzamos por pertenecer.
El sentido de pertenencia es algo vital para los humanos. Necesitamos pertenecer a la manada para sobrevivir, como seres sociales que somos. Y sobretodo, necesitamos ganarnos el amor de nuestros padres. Hacer lo que se espera de nosotros desde que nacemos, se vuelve en una importante misión de vida y le decimos «sí» a ese rol que nos ha tocado por sexo y que hemos heredado de nuestros ancestros.
Le decimos «SI» al rol y el sistema de creencias que lo sustenta desde nuestra más tierna infancia por amor a nuestros padres.
Hace poco volví a ver un anuncio de una campaña “Por la igualdad de las tareas domésticas” que lanzó el Instituto de la Mujer junto con el Ministerio de Igualdad y Asuntos Sociales, hace ya muchos años.
Aparece un hombre que puede cumplir con el estereotipo de “marido cincuentón macho ibérico” limpiando el coche. Sacude las alfombrillas, vacía el cenicero, aspira los asientos, limpia meticulosamente los cristales, le pasa la bayeta a la guantera… y finalmente satisfecho de haber dejado el coche “niquelao”, lo recoge todo y cierra el maletero. Aparece un fondo en negro y sobre él un texto y una voz en off que dice “Está claro, sabes limpiar. ¿Por qué no lo haces en casa?” aquí tienes el anuncio.
La conclusión podría ser que los hombre pueden pero no quieren o que mienten cuando dicen que no saben. Puede que en algunos casos sea verdad y más aún si la que gobierna en la casa es la mujer y se tienen que poner a sus órdenes si quieren empezar a “echar una mano” (que pereza), entre otros motivos para dejar de oír reproches. Me parece muy bueno el anuncio, aunque en 20 segundos se nos queda mucho por decir sobre lo que hay detrás de ese estereotipo que ya hace años nos urge desmantelar.
Los hombres limpian los coches porque los coches son cosas de hombres y hacer cosas de hombres les reafirma en su identidad, les da seguridad.
Igual que ver el fútbol con los amigos, leer el periódico o traer el sueldo a casa. Limpiar la casa o cambiar pañales siendo el hogar territorio de mujeres, va en cierta forma en contra de su identidad. Ahí pintan menos y se resisten inconscientemente a dejar de lado su rol de proveedor para compaginarlo con el de cuidador que es el que muchos desean compartir con sus mujeres y a veces nos saben como.
Ser fieles al rol que adoptamos en nuestros primeros años de vida para pertenecer, es lo que nos ha mantenido en ese papel que ahora se nos queda obsoleto y sentimos que tenemos que actualizar, en función de las nuevas necesidades que nos traen los nuevos tiempos. Dejar de ser fieles al rol que modelamos de nuestros padres, genera culpa por dejar de cumplir con lo que se espera de nosotros y vértigo porque en cierta forma pierdo identidad, una parte de mi deja de existir.
Puede que incluso tu marido de soltero planchase sus propias camisas, cocinase más o menos y tuviese la casa recogida, pero en ese momento no compartía techo junto a una mujer ante la que reafirmar su identidad.
Desde su rol de proveedor también surge por parte de los hombres poner trabas a esa mujer que quiere comerle terreno en lo público. Se resisten a perder esa parcela de control y dar paso a esas mujeres que quieren ampliar horizontes y tener igualdad de derechos y oportunidades sociales. Se recrimina mucho en estos tiempos por parte de las mujeres y muchos hombres al patriarcado, del sometimiento que supone para las mujeres. Queremos meter la cabeza ahí y sentimos que nos la pisan.
En esta realidad dual que percibimos; patriarcado y matriarcado, el ámbito de lo público y lo privado, son caras de una misma moneda.
Siento que el sufrimiento, la carga insostenible, que nos genera a las mujeres asumir tareas en lo público y lo privado, es lo que nos empuja a ser gestoras del cambio.
Para que los hombres cojan el testigo de la crianza, el hogar y el cuidado, nosotras tenemos primero que soltarlo.
Para que las mujeres puedan coger el testigo de la vida pública los hombres nos tienen que hacer hueco, el hueco que quieren que en un futuro tengan sus hijas.
Y en esa danza de coger y soltar, dar y tomar, poder tener espacio y tiempo para que los dos podamos abrazar a nuestros hijos que es lo que más necesitan.
Muchos de los que me leéis probablemente ya lo hacéis así. Es una generalización, pero creo que tod@s, de una forma u otra, hemos vivido o vivimos el conflicto.
Espero que entender los motivos que a nivel inconsciente alimentan los roles, tanto si eres hombre como mujer, te ayude a poner consciencia en este tema tan importante.
Espero que esa comprensión te ayude a, aceptarte y amarte más a ti mism@ con tus limitaciones y al hombre o la mujer de tu vida con las suyas.
Espero haberte ayudado también a entender a tus padres en su afán de pertenecer y hacerte pertenecer.
Te invito a echarle coraje y traspasar la culpa que te genera siendo madre irte de cañas con las amigas sin dejar la cena hecha.
Te invito a ti hombre, a transcender el rol de padre proveedor y reducirte la jornada si lo que necesitas es estar más tiempo con tus hijos.
Transcender esos roles atendiendo a lo que el momento presente nos pide, es parte de nuestro proceso evolutivo. Salir del sufrimiento y el conflicto pasa por ahí.
Esos roles estuvieron ahí para protegernos, para ayudar a sobrevivir a los niñ@s que eramos, pero ahora toca soltarlos para vivir plenamente desde los adultos que somos.
No olvides que lo que tú hagas, como tú vivas, será lo que tus hijos aprendan sobre lo es vivir y ser persona.
En mi corazón tenéis tod@s un lugar para la reconciliación.
Espero con ilusión vuestros comentarios.
Yolanda, me encanta la claridad y la sensibilidad con la que transmites cómo empezar a vernos a nosotros mismos y a lo que nos rodea desde la atención plena, la curiosidad, la aceptación. Gran trabajo! 🙂
Gracias Marina por comentar. Cada cosa que culpamos, que juzgamos, que recriminamos de afuera con vehemencia y rabia, nos está señalando a nosotr@s mism@s, individual y colectivamente. Observar desde la atención plena qué tiene que ver eso conmigo, es el principio para conectar con nuestro poder transformador y encontrar la salida al sufrimiento. Sé que es difícil a veces hacerlo por uno mismo. Más aún cuando las señales que te llegan de fuera es que estás en lo cierto, que «no hay derecho a que las cosas sean así», pero muy pocas veces nos preguntamos porqué las cosas son así, como lo viviría si fuese yo la que estuviese en el otro lado, porqué sigo echándomelo todo a la espalda, qué no quiero hacer yo que le estoy pidiendo al otro que haga…todo un camino 🙂
Gracias Yolanda por tanta lucidez, tus palabras están llenas de enseñanza.
Comparto contigo todo lo que dices y, efectivamente cuando las mujeres nos coloquemos de igual a igual con los hombres, en lugar de ocupar el lugar de madre de ellos, habremos ganado ambas partes. En la lucha por la igualdad quizá estamos haciendo daño a nuestros compañeros y nuestros hijos, porque actualmente parece que lo que está bien visto es colocarse «por encima» de ellos. Eso tampoco es igualdad.
Las tareas de casa, l@s niñ@s son de los dos y, ellos, están encantados de sentirse parte de ese mundo que era solo nuestro. Démosles la bienvenida a una nueva forma de vivir, desde el respeto y la honra mutua. Haciéndonos cargo primero de nosotras mismas y renunciando a repetir el pasado. Todo aquello que sufrieron nuestras ancestras, ya pasó. Quizá ahora podamos soltar todo ese dolor y vivir libremente. Nuestr@s hij@s lo agradecerán.
En mi corazón también hay lugar para la reconciliación entre hombres y mujeres.
Respeto y honra mutua para dejar atrás el pasado. Hacernos cargo de lo nuestro…qué importante Grace. Gracias por recordarlo. Un abrazo
Gracias de corazón Yolanda, me has abierto a un mundo de reflexión. Como tantas otras creencias las tenemos tan interiorizadas que no nos paramos ni un segundo a cuestionarnoslas. Me ha resultado revelador este post y a la vez que he soltado una carcajada con : “Te invito a echarle coraje y traspasar la culpa que te genera siendo madre irte de cañas con las amigas sin dejar la cena hecha.” Has dado en el clavo con lo de “dejar la cena hecha”. Cuanto de sentimiento de culpa tenemos sin ser conscientes de ello. Gracias de nuevo por ayudarnos y guiarnos por un nuevo camino
jajaja me alegro que te sirva Estefanía. Una de las características de la culpa es que nos avisa de que nos estamos amoldando a un sistema que nos resulta disfuncional. Una parte de nosotras quiere salir de ahí pero cuando nos salimos, la culpa aparece. No se trata de que estemos haciendo nada mal, sino que hay algo en ese sistema que no nos da coherencia. Dejar la cena hecha es una forma de expiar esa culpa que genera irnos de cañas :). Muchas gracias por comentar y compartir. Un abrazo
Cómo se suelta el control ? Lo dejamos en manos de quién no tiene control? Yo no puedo. Me está costando la relación. Me da pánico pensar como cuidaria del niño si nos separamos. Lo visualizo y me pongo a temblar.
Soltar está bien si al otro lado hay alguien que coge lo que tú sueltas.
Hola Elen, conozco muchos casos en los que cuando soltamos el control el otro lo coge y se hace cargo. Pero el primer paso es soltar, soltar de verdad confiando en la vida. Hacernos cargo de lo que nos corresponde es la forma de aprender a hacernos cargo ;). Muchos padres despreocupados y desapegados se han convertido con la separación en padres más conscientes y dedicados. Depende mucho de la relación y de la persona pero cunado hablas de pánico por tu parte, quizá haya algo que observar. Es una emoción exacerbada que está en ti y que probablemente corresponda a un patrón de comportamiento que lleva contigo desde la niñez. En El Dojo, aprendemos mucho sobre estos temas con madres que han estado en situaciones como la tuya. Aquí tienes toda la información https://vivirmindfulness.com/eldojo Un abrazo
Genial, me ha encantado. Lo primero, lo único que podemos cambiar es a nosotr@s mismas….Cambiar el foco. Más comprensión, compasión y menos reproche….En mi grupo de amigas, tirando de humor, decimos «me estoy quitando» en relación a esa actitud de salir de casa dejando cena y ropa preparada…Soltar ese control cuesta, no es fácil…en ello estoy, pero es muy sanador. Gracias Yolanda
Gracias Pilar por compartirlo. Si, solo aprendemos verdaderamente desde la experiencia, así que a experimentarse en ese soltar el testigo para que el otro lo pueda coger y sentirnos tod@s atendidos.
Gracias por tu artículo. Creo que das en muchas claves de lo que ocurre.
Ligado al control está lo que dices en el segundo párrafo: lo primero es decidir cuáles son las tareas. Decidir si se come con dos platos y postre o plato único, si se cena precocinado cinco días por semana, si los baños se limpian a diario, una vez por semana, o una al mes, si se separa o no la ropa en la lavadora, si las reuniones del cole son tan importantes como para ir, si nos ponemos de acuerdo con los vecinos para turnarnos en recoger los niños y llevarlos al parque, si necesitan parque…
¿Por qué el hombre del anuncio limpia el coche y no la casa? Porque es su parcela de autonomía. Puede decidir cómo, cuándo y cuánto lo hace. ¿Aguantaría su esposa en ese estándar del anuncio que él le dijera cómo limpiar los salpicaderos? Seguramente no, y además pensaría que no hace falta hacerlo, que son manías de él, que cuida al coche más que a un hijo.
Si es otra persona quien decide qué hay que hacer, no es una labor común. Es asumir, ayudar (literalmente) o directamente pasar.
Lo dices tal cual: «Para que los hombres cojan el testigo de la crianza, el hogar y el cuidado, nosotras tenemos primero que soltarlo.». Te lo confirmo desde el otro lado de la barra. Tendrá que haber días que la cena no esté hecha, la nevera se quede vacía, el suelo que de grima pisarlo… Dejarlo estar, sin acritud, sin maldad, dejar que se alcance un umbral en el que las dos partes sean conscientes de que así no se puede vivir. Solo entonces podemos ponernos de acuerdo en qué es lo que hay que hacer (y qué no). Y un acuerdo es un acuerdo: las dos partes ceden, el umbral será intermedio, las tareas a repartir serán menos. Es un win-win.
La alternativa es que cada uno haga según vea necesario. Y siempre una parte más atenta, que ve que las cosas son necesarias antes que la otra y se las come todas.
Hola Manuel,
Mil gracias por el comentario. Es muy necesario que los que estáis al otro lado de la barra os pronunciéis para visibilizar a la otra parte contratante. Como digo muchas veces; en esto de la conciliación las mujeres son las grandes oprimidas y los hombres los grandes excluidos.
Gracias por explicar tan bien lo de soltar el tener que apechugar, sin acritud, para poner de manifiesto las necesidades reales. Lo que necesitamos que funcione entre todos.
Esta es una la de las grandes claves de la conciliación. Mientras las cosas funcionen medianamente a costa del sobreesfuerzo de algunos, no habrá cambios. Esas inercias no conciliadoras (en el hogar, en la empresa, en la sociedad…) solo se cambian a base de consecuencias. Pero es importante reconocer el patrón que nos ha llevado a apechugar más de la cuenta, sin culpar al otro, de que nos hayamos hecho cargo de lo que no nos correspondía.
Gracias de nuevo por tu comentario.
Un abrazo
También desde el otro lado de la barra.
Lo del punto de acuerdo no es tan fácil. Los criterios pueden ser irreconciliables. Cuento mi experiencia: Tenemos la suerte de que mi santa trabaja fuera de casa. A menudo se ausenta varios días así que el trabajo doméstico, los coles, etcétera hay que repartirlo, sí o sí. Pero el reparto no es igualitario. Cuando ella no está la casa está distinta. Si viniese por sorpresa se volvía a marchar. Mis hijos y yo podemos vivir en una casa menos limpia, más desordenada. También más relajada. Y no hay un punto intermedio. Ella necesita un grado de orden y limpieza para vivir a gusto. Por debajo de ese nivel no está a gusto, no es negociable.
Así que antes de que vuelva limpiamos y ordenamos muy por encima de nuestra necesidad. No es repartir tareas, no es ‘ayudar’. Es hacer algo solo por y para ella, porque lo necesita y para que no se de la vuelta según entra por la puerta.
Te puedes imaginar que cuando sí está en casa ella asume casi todo el trabajo. Los chicos y yo hacemos cosas, pero es muy difícil limpiar algo que no ves sucio así que te concentras en cosas típicamente masculinas, los arreglos y tal. Lo que llamas ‘necesidades reales, lo que necesitamos que funcione entre todos’, no es común. En nuestra casa se ve porque tenemos esa suerte pero estoy seguro de que muchos hogares la mujer piensa que está trabajando como una tonta para que la casa funcione y no es verdad, lo está haciendo porque lo necesita ella. Si el marido y los niños necesitasen limpieza y orden lo harían espontáneamente. Y lo mismo con los horarios, las comidas, las reuniones del cole, la compra, ir a ver a los abuelos,… en fin, con todo lo que es la vida.
Quizá tomar conciencia de eso sea mejor que buscar un acuerdo porque yo puedo limpiar por encima de mi necesidad si lo hago por ella, pero ella no puede vivir por debajo de su nivel de bienestar. No hay un punto intermedio que nos valga a los dos, ni un mínimo común de necesidades reales para ambos.
Mil gracias Raúl por el comentario, se agradece mucho esa otra mirada. Subrayo el «porque lo necesita ella», vosotros no, pero aun así lo hacéis por ella. Hay muchas mujeres que en su patrón de hiperexigencia y autojuicio, que se hace extensivo a los que le rodean, generan mucho sufrimiento. Muchas mujeres sientes que (si no hay más remedio), pueden delegar las tareas, pero el resultado final sigue siendo su responsabilidad. A un nivel muy inconsciente, «su valía» depende de ese resultado y se volverán más rígidas, en función de su forma de ser y la educación que hayan recibido.
Solo para que la entiendas un poco más porque el mecanismo es muy inconsciente. Todo esto desde mi experiencia, por lo que me cuentas y sin conocerla.
Creo que si ella puede reconocer el patrón y ver la tensión que genera (ojo que puede ser difícil sacarla del «las cosas se hacen como Dios manda». Yo en el trabajo era de esas ;)), quizá afloje la cosa en algún tema puntual y desde ahí, se pueda ampliar.
Te animo a compartir esto con ella y que se suscriba a la web para leer Operación Mentalidad Conciliadora.
Un abrazo familia