Inteligencia emocional para familias. 10 claves y una historia emocionante.

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Hoy quiero hablarte de inteligencia emocional como herramienta fundamental para la conciliación en las relaciones familiares y especialmente con los hijos.

No voy a sacar el manual, ni darte la chapa con la teoría. Sólo te doy esta definición de Daniel Goleman, uno de los autores más reconocidos en la materia, para saber de qué estamos hablando.

Los niños son Mindfulness de serie, pero es una capacidad que hay que cultivar. Te propongo unas técnicas de Atención Plena.

Inteligencia emocional es la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.

Goleman (1995)

Ahora, para desarrollar el tema, te cuento lo que viví el viernes 6 de septiembre de 2019.

Alegría

Alegria Plena

Esa tarde-noche de final del verano, habíamos quedado con unos amigos para ir juntos a ver el atardecer y cenar al aire libre, en un parque forestal que hay cerca de casa. Al final nos juntamos cinco familias. A mi hija Mar y a mi especialmente, nos parece un planazo que en verano solemos hacer. Estar de noche en la naturaleza me gusta especialmente porque siento que propicia un contacto más íntimo con ella. Mirar al cielo y compartirlo con amigos y familia es “lo más”.

Mi hija Mar estaba contentísima. Si lo habitual es que los padres tengan dificultad para gestionar el enfado, la tristeza y la frustración de los hijos, en nuestro caso es gestionar el entusiasmo de mi hija.

A parte de que el cuerpo le pida gritar y dar saltos, a veces, para expresar su alegría con nosotros, nos agarra con las manos haciéndonos daño o nos llega a morder de puro contento. Con el tiempo hemos aprendido a reconocer en voz alta esa emoción desbordada y ofrecerle darnos un fuerte abrazo para que pueda canalizar la energía que le embarga sin que nadie salga herido.

La verdad es que tiene a quien parecerse. El entusiasmo es uno de los rasgos de mi personalidad que salta a la vista. Una compañera de formación me explicó, al reconocerlo en mi, que etimológicamente hablando, la palabra entusiasmo venia a significar “llevar un dios dentro”. Me encantó saberlo porque todavía me conectó más con el potencial de ese sentimiento, con la motivación que me empuja a hacer grandes cosas desde ahí.

Cuando veo mi entusiasmo reflejado en ese espejito que es mi hija, estoy convencida de que esa forma de ser que emerge de ella de forma tan genuina, es un preciado tesoro que hay que preservar.

Tristeza

Quedamos a las 19:30 en el parking que da acceso al parque. Todos llegamos puntuales pero Erik y su madre se retrasaban. Una de las mayores motivaciones de Mar de esa noche era poder estar con Erik, uno de sus mejores amigos. Eran casi las 20:00 cuando les escribí para ver por donde andaban. Estaban en casa tranquilamente. Hubo un malentendido y no contaban con esa cita a esa hora.

Le dije a Mar que finalmente Erik y su madre no iban a venir. Después de tanta espera y desespero, su gozo en un pozo. Yo también me entristecí por que ese malentendido partió de un mensaje que yo le había enviado.

Mar no acababa de entender por qué no venían. Se lo expliqué con detalle, lo entendió y empezamos a andar por la pista forestal. Mar quiso que la cogiera en brazos. Ese gesto habitual en los niños pequeños de no querer andar y querer que los cojamos en brazos, nos lleva a los padres a no acceder a la primera y animarles a seguir andando. Mas aún cuando no habíamos dado ni cuatro pasos. Entendí que Mar en su tristeza lo que necesitaba, lo que le pedía el cuerpo, era recogimiento y consuelo. Se lo dí sin más. Cuando avistamos las primeros zarzales con moras, ya se le había pasado el disgusto y quiso que la bajase para poder ir a cogerlas tan campante.

Miedo

Miedo mindfulness

Cuando nos sentamos en la mesa de pícnic, algunos niños seguían explorando los alrededores. Era ya noche cerrada y nos disponíamos a comer cuando el mayor de los niños vino contando que había visto el zapato abandonado de un zombi. Los pequeños se quedaron ojipláticos al escucharlo. Mi sobrino que es un apasionado de los dinosaurios (cuatro años, va para cinco. Me lo como enterito de lo rico que es), quizá en su intención de quitarle hierro al asunto, empezó a decir que los zombis se habían extinguido. La madre del niño que vino con la noticia, empezó a recrear gestos de zombis y algunos seguimos la broma pero enseguida vimos conveniente dejar el tema. No cundió el pánico, pero ya ningún niño se alejó un metro de la mesa. Los cachorrillos humanos se ponían a salvo de la amenaza zombi.

Energías opuestas

Yo estaba encantada en ese escenario y en esa compañía. Estaba especialmente alegre, un punto acelerada.

Esa primera semana de septiembre había significado la vuelta a mis rutinas de autocuidado (meditación, ejercicio físico, buenas costumbres alimenticias, descanso…) después del descontrol de las vacaciones. Me sentía pletórica, justo al contrario que mi marido. Ese momento le pillaba al final de la semana laboral, cansado y después de haber pasado una mala noche.

Lo tenía sentado al lado con la mochila de la comida en los pies y le tocaba a él sacar y meter las cosas que le íbamos pidiendo. También le instaba constantemente a que “se hiciese más para allá” para tener yo más sitio en el banco. Mi energía expansiva necesitaba espacio y a mi marido le costaba moverse.

El humor de mi marido, que es una persona de buen talante, contrastaba con el mío. Tanto, que la mamá que teníamos enfrente que nos conocía hacía poco, bromeaba con nuestra actitud, haciéndola notar. Le reconocí que yo también veía las energías opuestas del momento, la falta de sueño de Xavi, y le expliqué que aquella situación era totalmente atípica.

Los niños empezaban a estar cansados y Mar hacía rato que reclamaba jugar a los dados de contar historias que habíamos traído. Son seis dados con diferentes objetos en cada cara. Los vas tirando y con los objetos que aparecen se va contando una historia improvisada. Decidí organizar el juego para que la cosa fluyera y los ánimos no decayeran. Necesitaba moverme más y mi marido seguía anclado a su sitio. Hubo un momento en el que me senté en el respaldo del banco y casi acabo subida a sus hombros, como muchas veces hace Mar en su “no poder parar quieta”. Tenia a mi niña interior a flor de piel con los dados delante (¡¡biennnnnn!!) y mi marido que me tenía al lado en otra onda totalmente diferente, se estaba hartando ya de tanta energía expansiva fluyendo a su alrededor.

Empezamos a jugar y rápidamente las historias empezaron a derivar en lo que para los niños de estas edades es un trending topic #cacaculopedopis. Nos reímos un montón, hasta que llegó el momento de recogerlo todo y volver hacia los coches.

Asco

En el camino de vuelta con la oscuridad y las linternas, surgió una historia de brujas. Siguiendo con la temática #escatológicoasquerosa empezamos a nombrar los ingredientes de una pócima mágica: pelo de pata de gallina, verruga de bruja vieja, escama de dragón chamuscado, ojo de topo blanco, cera de oreja de elefante… nos regodeamos todo lo que pudimos, muertos de la risa, en aquellos ingredientes tan inverosímiles y repugnantes. Aquellas palabras tan sensoriales hacían que la energía del asco corriese por nuestras venas, haciéndonos sentir vivos.

Reconocer y validar las emociones.

Cuando nos subimos al coche Mar se durmió enseguida y mi marido empezó a decirme que estaba sorprendido de mi comportamiento. Que había estado hablando dos tonos más alto de lo habitual, que no había parado de jalear a los niños que ya estaban cansados y que había estado todo el tiempo acelerada, “moviendo el cotarro”. Reconocí al padre cansado desde el que salían esas palabras hacia la niña interior desde la que mayormente había surgido aquella conducta, al parecer exacerbada.

Le expliqué que estaba especialmente contenta ¿Qué tenía aquello de malo?. Nada – me dijo – me gusta verte contenta. Pero volvió a señalar mi comportamiento como inadecuado. Le expliqué que quizá hubiese alzado más la voz para hacerme entender en la oscuridad y que todos lo habíamos pasado muy bien… Estaba sorprendida porque este tipo de conversaciones no son habituales entre nosotros.

Enfado

Llegando a casa me asaltó un sentimiento de rabia y enfado. Me sentía juzgada, sermoneada, criticada. Ahora mi adolescente interior, se revelaba “¡¿Pero qué pasa?!”. No me sentía validada en mi sentir, “¡¿Pero que tiene de malo estar tan contenta?!”. Mis memorias no resueltas relacionadas con esas palabras que señalaban mi actitud inapropiada y ese tono que yo recibía como de reproche, me hicieron reaccionar.

Sentía que aquella actitud suya de no aceptación debilitaba el vínculo y cuando llegamos a casa era yo la primera que quería irse a la cama. Mi marido lo notó y cuando se quiso acercar a mí, fue la parte de mi niña interior menos luminosa la que salió a relucir y no quiso saber nada. Si hubiese tenido doce años me hubiese ido a mi habitación y hubiese cerrado de portazo.

10 claves sobre Inteligencia Emocional y como el mindfulness te ayuda aplicarla.

Al día siguiente, algo de aquello persistía y seguía sorprendida de cómo se habían dado las cosas. Reconocí el estado emocional de ambos y desde dónde había surgido el conflicto.

Tomé consciencia de cuantas veces hacemos eso con nuestros hijos y cómo repercute en nuestra relación con ellos. Me vi encarnando a esos niños en continuo crecimiento y expansión, limitados por padres estresados y cansados.

Vi también claramente la oportunidad que me daba aquel conflicto para hablarte de este tema tan importante. Lo cual agradezco :).

Aquí van, las claves sobre inteligencia emocional, que a raíz de esta historia, quiero compartir hoy contigo:

  1. Las emociones son energía en movimiento que parten de una necesidad y motivan un comportamiento (motivación = motivos para la acción). No se trata de corregir el comportamiento “inadecuado” que puede resultar del proceso, sino de atender la emoción, reconociendo las señales físicas que la acompañan, para poder cubrir la necesidad a la que apunta. Cuando atendemos la necesidad el comportamiento “inadecuado” cesa.
  2. Las emociones no son buenas ni malas, todas están al servicio de nuestra supervivencia y nos permiten adaptarnos al entrono.
  3. Todas las emociones tienen un reflejo en nuestro cuerpo. Básicamente las experimentamos como contracción/expansión.
  4. Reconocer y legitimar las emociones, nos hace sentir reconocidos y aceptados, lo cual contribuye a estrechar el vínculo. Lo contrario lo debilita.
  5. Las emociones son la clara manifestación de la energía vital en nosotros. Experimentarlas nos hace sentir vivos. Por eso nos gusta sentir emoción aunque sean un miedo o un asco inducidos.
  6. Lo sano es vivir las emociones del momento tal y como hacen los niños pequeños. Cuando sentimos que persisten o se exacerban es porque se activan memorias del pasado no sanadas que se manifiestan a través de nuestro niñ@ interior. Cuando vivimos las emociones desde el presente, son breves y resuelven. Cuando persisten, ancladas por memorias del pasado, se enquistan, empañan nuestra visión de la realidad y enturbian las relaciones.
  7. Bloquear las emociones es bloquear energía vital en el cuerpo. Cuando esto persiste en el tiempo, puede generar enfermedad. Dejarlas fluir, atravesando nuestro cuerpo sin que nos arrastren, es la clave para gestionarlas y acompañarlas de forma saludable.
  8. Reprimir nuestra emociones genuinas nos aparta de nuestra autenticidad.
  9. Es muy probable que el temperamento de los hijos se correlacione con el de los padres. Conocernos a nosotros mismos en ese sentido, nos ayuda a entenderles y acompañarles mejor.
  10. En función de cómo gestionemos nuestras propias emociones, así aprenderán a gestionarlas nuestros hijos/as.

Espero que te sirva el resumen teórico práctico del asunto. Lo repaso y veo claramente cómo el Mindfulness me ayuda a todo esto.

  • A observar mis sensaciones físicas relacionadas con la emoción para reconocerlas en mi y en mi hija.
  • A conocerme para poder entender mejor mis reacciones, las de mi hija y reconciliarme con ellas
  • A poder vivir mis emociones en el presente.
  • A no juzgar la conducta y atender la necesidad.
  • A conectar, desde el autoconocimiento que me da el mindfulness, con el potencial que emerge de las emociones que sustentan nuestro genuino temperamento y vivir en armonía con eso.

Es mucho y muy importante lo que el mindfulness nos aporta para la conciliación en la vida familiar.

meditación Mindfulness en la relación con mi hija

Hace poco compartía contigo un post en el que 18 madres y padres conscientes, explicaban lo que aportaba la meditación a la relación con sus hijos.

Hoy te quiero hacer una confesión sobre lo que me aporta a mi la meditación mindfulness en la relación con mi hija, que se suma a todo lo que ellos mencionan en el post.

La práctica continuada de la meditación, despierta en mi, y en la mayoría de la gente que lo practica con asiduidad, el gozo y la alegría de vivir. Esa alegría natural incausada que está tan presente en mi hija de cuatro años, me hace conectar poderosísimamente con ella. Nada más y nada menos…

Te animo a compartir este post con más madres y padres para que podamos expandir esa “alegría de base”, que no depende de las circunstancias externas, para que se sientan más cerca de la conciliación.

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