Una de las 8 actitudes Mindfulness que más relevancia tiene para mí es la aceptación.
No aceptar las circunstancias que nos toca vivir es una de las mayores fuentes de sufrimiento.
Nos resistimos a que las cosas sean como son, que las circunstancias sean las que son, que las personas que nos rodean sean como son. Esto nos irrita, nos frustra, nos desgasta, nos entristece y sobretodo nos produce rabia.
La rabia emerge para darnos energía extra para superar esa situación adversa que percibimos como un obstáculo, pero deja de ser funcional cuando nos seguimos empeñando en querer cambiar cuestiones que probablemente estén fuera de nuestra área de responsabilidad, de nuestra competencia.
Desde esa resistencia, desde esa lucha, las circunstancias persisten o incluso se agravan. Es como si la vida nos diese más de eso que rechazamos, una y otra vez, para que podamos observar y aceptar alguna parte de nosotros que no queremos ver en el reflejo de esas circunstancias.
Diferencias entre aceptación y resignación / rendición.
Entendemos muchas veces la aceptación como resignación, como “hay que aguantarse”, como “hay que asumir” echándonos a las espaldas las circunstancias. La aceptación de la que te quiero hablar hoy, va más allá de eso.
Desde el Mindfulness entendemos como aceptación la actitud de ser consciente de cuáles son las circunstancias presentes, ver con claridad “lo que es, tal y como es” y decirle “sí” a eso, acogiendo nuestra experiencia vital del momento sin intentar cambiarla.
No se trata de caer en la resignación, sino de no resistirse a lo que es, tal cual es, sin querer que sea de otra forma. Podemos desear que en el futuro las cosas sean diferentes pero en este momento las aceptamos tal cual son.
Aceptar es rendirse a las circunstancias sin huir de ellas. Quedarte ahí sin intentar modificar lo que hay. A partir de ahí, conectando con la calma que nos da abandonar la lucha, ganamos en capacidad para discernir. Desde ahí, podemos canalizar la energía que empleábamos en la inútil resistencia hacia el cambio en positivo.
La rendición nos abre a un nuevo estado de consciencia que nos lleva a ver nuevas posibilidades.
Entender para aceptar. Mi experiencia.
Decirle sí a mi propio cuerpo, ha sido uno de los mayores ejercicios de aceptación que he hecho en mi vida. Debido a mi relación conflictiva con la comida, desde muy pequeña he sufrido de sobrepeso y he estado en lucha constantemente con mi peso y mi cuerpo. Me daba mucha rabia ver cómo podía conseguir todo lo que quería en mi vida pero no era capaz de “poner en orden” esa parte de mí. El caso es que, cuando me miraba en el espejo, la mayoría de las veces me veía más o menos bien. A veces pensaba que ese no verme tan mal, iba en mi contra porque me hacía subestimar mi problema de sobrepeso.
La crisis llegaba a la hora de comprarme ropa. La imagen que veía en el espejo no encajaba dentro de mis esquemas, de mi figura deseada, y nuevamente volvía a la lucha, al reproche hacia mí misma y a no querer que mi cuerpo fuese como era.
Poco a poco desde mi camino de crecimiento personal y espiritual, fui conectando más con mi dimensión física. El Mindfulness me ayudó a habitar mi cuerpo y la relación entre nosotros (mi cuerpo y yo) fue cambiando. No era como yo quería, pero poco a poco podía verlo con más benevolencia. Entendí que aquel cuerpo era el resultado de mis hábitos y mis creencias y así lo fui asumiendo.
Fue cuando me quedé embarazada cuando ese proceso conexión con mi cuerpo se aceleró. Al principio para peor, porque tuve síntomas que nunca nadie me había contado, estaba cansadísima, incomodísima, no podía dormir bien y no paraba de quejarme todo el tiempo. Por un momento pensé que toda esa autoescucha corporal que había ganado con el Mindfulness se estaba volviendo en mi contra, ¡lo sentía todo!. Poco a poco me fui familiarizando con esas sensaciones corporales y también con las que percibía de mi hija. Su cuerpecito cada vez se fue haciendo más patente dentro del mío, y aunque no conseguía estar medianamente bien (para mi gusto ;)), poco a poco me fui rindiendo a lo que había.
Fue con el parto cuando pude conectar con el gran SÍ. Después de ese embarazo complicado, tuve un parto maravilloso en el que pude ser muy consciente de lo que estaba pasando con mi cuerpo. Aquello que tanto había maldecido, que tanto había maltratado y contra lo que tanto había luchado, era un grandioso y milagroso organismo capaz de engendrar, gestar, alumbrar y alimentar a esa criatura. Me sentí literalmente encarnando el milagro de la vida y mi visión cambió radicalmente a partir de aquella vivencia. Le dije “SÍ” infinitamente agradecida a mi cuerpo por todo lo que había posibilitado en mi vida y la de mi hija. Ya no pensaba en caber en una determinado modelo de vaqueros (tejanos, jeans), ya no pensaba en qué iba a hacer para cambiar aquella figura oronda después del postparto… simplemente entendí, me rendí y agradecí. Empecé a respetar y cuidar mi cuerpo desde aquella profunda toma de consciencia y mi cuerpo empezó a cambiar.
Un mayor entendimiento de las cosas nos ayuda a aceptarlas.
Esto pasa muchas veces cuando podemos conocer mejor las circunstancias de las personas que nos cuesta aceptar. De repente hay algo que nos acerca a su realidad, a su visión y desde ahí podemos entender mejor y aceptar mejor. Como digo muchas veces, todos tenemos muy buenas razones para ser como somos, y a menudo se nos olvida. Queremos que las personas, sobre todo las más allegadas, sean como a nosotros nos gustaría, por nuestro bien y por el suyo, pero evidentemente la cosa no va así.
Se trata de ver qué está reflejando de mi, eso de fuera que no acepto. Que parte de mí y en consecuencia del otro, me resisto a que sea como es. A menudo recriminamos lo que nosotros mismos hacemos. Señalamos fuera como inaceptables cuestiones que tienen que ver con nosotros y por eso nos tocan especialmente.
Aceptar a los demás pasa por aceptarse a uno mismo primero y ese es uno de los grandes ejercicios que la vida nos propone.
Cuando aceptamos al otro, dejamos la resistencia y el otro se puede relajar, ya no siente que se tenga que defender. Ese es el punto de partida para el diálogo abierto que transforma las relaciones.
Confiar para aceptar
En ocasiones, esa comprensión no se da.
A veces queremos darle explicación racional a cuestiones que no caben dentro de nuestra limitada mente racional y la aceptación se nos hace más inalcanzable.
¿Cómo aceptar tanta calamidad en el mundo?, ¿cómo aceptar tanta injusticia?, se nos olvida que cada uno contribuimos de forma individual a un proceso evolutivo universal mucho mayor, que se escapa a nuestra capacidad de raciocinio y que constituye el misterio de la vida.
Aceptar las circunstancias de la vida, aunque no las acabe de entender, es un acto de fe. Como tantos otros actos de fe que hacemos, para poder avanzar en nuestro proceso de desarrollo personal.
Conectando con la actitud interna de aceptación y de confianza en que la vida dispone lo que a cada uno le pueda ayudar a evolucionar, el sufrimiento se minimiza y somos más capaces de contribuir a que las cosas en un futuro sean mejores para todos.
Para explicar esta parte a menudo utilizo el símil del botón de aceptar que muchas veces aparece en nuestro ordenador. ¿Cuántas veces le hemos dado al botón de aceptar sin entender todo lo que pone en el texto de la ventana emergente?. Aunque no lo acabamos de entender, le damos a aceptar confiando en que de esta forma podremos avanzar.
Sin embargo, en la vida real, muchas veces queremos entender hasta la última coma de las circunstancias inaceptables que la vida nos pone delante, sin tener los recursos para poder ir más allá.
¡Hay tanto sumergido en nuestro inconsciente!
Confiemos pues en que como dice mi amiga Eva; “lo que sucede conviene”, y soltemos el querer entender el argumento del culebrón de la vida, siendo testigos solo del capítulo que nos toca vivir.
¿Qué hacer para aceptar?
Tara Brach, una de mis referentes, explica en su libro “Aceptación Radical” que la aceptación es como un ave de altos vuelos que necesita sus dos alas. Un ala es la visión clara de aquello que tenemos que aceptar y la otra la constituye el acogernos a nosotros mismos en la emoción que nos trae la experiencia, soltando nuestra propia historia.
El Mindfulness nos acerca a esa visión clara. Nos ayuda a entender mejor qué es realmente lo que tengo que aceptar.
Poniendo el ejemplo de la pareja, es muy probable que surjan discusiones y conflictos por aquello que no aceptamos de nuestra pareja que queremos cambiar. Conectando con esa realidad, despojándonos de nuestros filtros mentales, seguramente podamos afinar más en qué es a lo que le tenemos que decir “si”. Quizá nos moleste de nuestra pareja que sea muy desordenado y seguramente para nosotros el orden sea excesivamente importante. Quizá esos comportamientos que detesto de mi pareja tenga que ver con lo mucho que me recuerda a alguno de mis padres… y nuevamente esa realidad que no aceptamos nos señala a nosotros, a nuestros estados internos.
Por otro lado, el Mindfulness nos ayuda a conectar con la emoción que nos produce esa situación. Conectar con la rabia, la frustración, el desánimo, te ayuda a gestionarlo. Acogerte en la vivencia contractiva de eso, sin querer rehuir de ello, va a ser lo que te permita atravesar lo y conectar con el mensaje que esa emoción tiene para ti.
Llegar a la aceptación con mayúsculas es un proceso gradual que con estas pautas que te acabo de dar, puedes hacer cada día. Cada día puedes observar alguna parcela de “no aceptación” e intentar decirle sí a eso sin más, abandonando la lucha. Esa lucha es la que te mantiene en el sufrimiento.
No se trata de decir “paso de todo, voy a hacer por que esto no me afecte” sino de entregar las armas, coger una silla (o montarte directamente la tienda de campaña) y sentarte al lado de tu problema observando sin querer cambiar lo que hay. Esforzándote por que “eso” fuese de otra manera has estado todo este tiempo y mira lo que has conseguido.
A la aceptación con mayúsculas se llega aceptando con pequeños síes que cada vez van siendo más grandes, hasta llegar a ese “¡SÍ!” a la vida en toda su complejidad. Cuanto mayor es ese SI, más libres somos, más nos transformamos en esa ave de altos vuelos, en ese ser esencial capaz de sobrevolar el culebrón de la vida sin enredarse en el drama.
Espero que todo esto que te cuento te sea de utilidad. Si es así comparte y comenta para darle más alcance a estos contenidos :). Muchas gracias por anticipado.
Guau, Yolanda, ¡qué interesante y cuánta ayuda!, ahora sólo uno debe ver por dónde empezar. Es como abrir una casa de par en par, y no saber qué hacer con tanto aire. Gracias, Namasté.
Gracias Yolanda por tu comentario.jajaja simplemente respirarlo, momento a momento. Desde ese estado de presencia, irás viendo cual es el siguiente paso 🙂
Si todo el mundo aceptara lo que es, no habria ninguna mejoria en el mundo, ningun desarrollo, ningun cambio.
Aceptar las injusticias y horrores del mundo significa ser complices….
Hola Pedro,
Entiendo lo que dices. En este caso, desde una perspectiva más profunda, la aceptación es el primer paso para el cambio. Cuando ACEPTO lo que es, cuando me rindo a ello, dejo de malgastar energía inútilmente en la resistencia y desde mi propia coherencia, sabiendo que el orden cómico no está en mis manos, puedo encontrar nuevos caminos más constructivos para relacionarme con lo que YA ES y promover ese cambio evolutivo. Gracias por el apunte, porque suele ser común esto que dices y seguro que tu comentario le sirve a más gente.